Mi padre se quitó el sombrero para saludarme y me hizo una reverencia, como si yo fuera una princesa, y siguió echando ramas al fuego. La finca estaba preciosa a finales de aquel mes de junio. Las viñas tenían un color verde brillante que rompía con el azul del cielo a las seis de la tarde. Las hojas de las parras parecían moverse como manos abiertas para saludarme cuando la brisa soplaba. Las uvas aún sin madurar ya asomaban ansiosas esperando la vendimia al final del verano. Mientras bajaba por la vereda fui sintiendo el olor de los sarmientos, que se estaban quemando. Al lado de mi padre la hoguera parecía muy pequeña, pero desde mis siete años de altura me parecía que yo, ni de grande, llegaría a ser capaz de saltar algo así, ni siquiera para hacer que se cumplieran mis propósitos de San Juan.
Me dijo que Frasquito y Cuartillita, esos niños de los que yo tanto oía hablar pero que nunca llegaba a tiempo a ver, acababan de irse. Una tarde más me había quedado sin conocerlos. Resignada di una vuelta entre las viñas para ver si aún había algo más que quemar. La tierra estaba dura de haber regado el día anterior y su olor se mezclaba con el del humo de la hoguera. Mi padre me llamó insistente, había llegado el momento de intentar saltar, primero él y luego yo. Como un gigante saltó de una zancada y sin que le rozara el fuego. Volvió a saltar sin parar de reírse. Cuando vio mi cara de miedo y nervios hizo lo que todos los años, me cogió por debajo de los brazos y me levantó él varias veces por encima del fuego mientras decía “¡pa que crezcas!”.
Yo nunca se lo dije, pero realmente ese era mi deseo de San Juan, poder ser algún día tan alta como él para poder saltar yo sola la fogalera. Qué pena que ahora, cuando yo también parezco un gigante al lado del fuego, tampoco esté preparada para saltar sin ayuda.
25 junio de 2015 at 3:43 pm
A veces, necesitamos tanto la ayuda como la compañía de ciertas personas. No importa la edad, siguen siendo igual de imprescindibles que antaño.
Enganchada de principio a fin. Un texto increíble.
Enhorabuena por crear algo tan bello.
besos,
https://confesionesydesvarios.wordpress.com
25 junio de 2015 at 5:54 pm
Así es, hay personas con las que queremos ir siempre de la mano. ¡Muchas gracias por tu comentario!
25 junio de 2015 at 8:01 pm
sin palabras marta! bueno, una sola…precioso!
26 junio de 2015 at 6:19 am
¡Gracias, Elsalitre!
25 julio de 2015 at 12:08 am
Pero qué bien escribe mi niña. Me has hecho oler de nuevo la noche de S. Juan.
25 julio de 2015 at 9:55 am
¡Muchas gracias, Expe! Me alegro de que el relato te haya hecho viajar.
23 junio de 2016 at 10:26 am
Me ha encantado cómo has evocado el campo de finales de junio y la noche de San Juan. El final es, sin duda, un broche de oro. ¡Me ha encantado!
23 junio de 2016 at 1:36 pm
Muchas gracias por tu comentario, Carla. A ver si hoy saltamos la hoguera.